Puede que últimamente escriba demasiado de política pero es que este ejemplo me viene muy bien para ilustrar una pequeña lección sobre la vida misma. Una que me ha costado muchísimo aprender pero que me ha venido muy bien.
El ejemplo en cuestión es Rosa Díez.
Considero que es de todos conocida la escasa habilidad que demuestra esta mujer cuando se refiere los gallegos. Les refrescaré, por si acaso, la memoria. Según Rosa Díez "Zapatero podría ser gallego en el sentido peyorativo de la palabra", a lo que los gallegos responden en general, y no sin cierta razón, que Rosa Díez es gilipollas en el sentido peyorativo de la palabra.
Despues de estas "inteligentes" declaraciones, Rosa Díez se ha explicado, como corresponde a todo político, indicando que su intención no era insultar a los gallegos. Yo la creo. Evidentemente su intención era insultar a Zapatero. Pero dejemos para otra ocasión el juzgar lo encomiable de los insultos entre políticos y pasemos a lo importante.
Resumiendo, Rosa Díez insulta a los gallegos, luego explica que lo ha hecho sin querer y añade, para su defensa, que "nadie que no tenga mala fe" puede entender que con sus palabras pretendía ofender a nadie.
Y puede ser, oiga. Puede ser que no lo haya hecho a propósito. Podría ser, que alguien haya intentado sacar provecho de estas declaraciones dándole más importancia de la que tienen. Es posible, en definitiva, que Rosa Díez tenga razón.
Claro que es una lástima para Rosa Díez que a nadie le importe una mierda si tiene razón o no.
La cuestión es que no entiendo la manía que tiene todo el mundo con tener razón. Parece que no exista otra cosa en este mundo más allá de tener razón. Y no lo digo sólo por Rosa Díez. Es una reflexión más general. Parece que da lo mismo el precio de tener razón. Se pueden perder unas elecciones o un amigo o a tu propio hermano. Da igual. El caso es tener razón. Si uno tiene razón no tiene que decir "lo siento", no tiene que pedir disculpas. Y eso es uno de los mayores errores que puedes cometer en esta vida. Uno de los que más disgustos te va a dar.
Porque el problema es que tener razón no te da votos ni te devuelve a los amigos ni te sirve absolutamente para nada que no sea no tener que tragarte tu puto orgullo. Y el orgullo, créanme porque es muy importante, hay que saber tragártelo de vez en cuando.
Cuando ofendes o hieres a alguien a quien quieres, alguien que te importa o alguien a quien necesitas, aunque sólo sea por los votos, importa bien poco quien tenga razón e importa bien poco si existía intención o no. Si ofendes a alguien aunque sea porque alguien saca tus declaraciones de contexto los suyo es que digas que lo sientes y que pidas perdón. Punto. Porque es la única manera de demostrar que quieres a esa persona o que te importa. Demostrar que te importa lo que siente y que lamentas haber hecho daño.
Créanme, aplíquense el cuento y verán que bien les va. Por un momento, consideren, que tener razón no les va a servir de nada, pónganse en el lugar del otro, imaginen como se siente, dénse cuenta del daño que han hecho, olvídense de las benévolas intenciones que tenían cuando la cagaron, y digan símplemente que lo sienten. Prueben y verán que bien.
En resumen, Señora Rosa Díez, no sé si tiene usted razón o no. Desconozoco si lo a hecho a propósito o no. Y me da igual. Ha ofendido usted a los gallegos. Punto. Déjese de gilipolleces. Ya sabe usted lo que tiene que hacer. De nada.
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2 comentarios:
La torpeza de esta señora le lleva a meter la pata cada vez que habla.
Por otro lado, cada día que pasa me doy cuenta de lo mucho que le cuesta a la gente admitir que se ha equivocado.
Saludos :)
Me he sentido muy identificada con este texto.....yo aprendí a pedir perdón, y ahora me duele que siga habiendo gente que no lo haga sin importar destrozarte por el camino....
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