jueves, 27 de marzo de 2008

REQUIEM POR WHEKE

Hola, niños. Hoy vamos a hablar de "Wheke".
Wheke es, mejor dicho, era un calamar gigante. Sí, ahora a los calamares gigantes les ponen nombre y además diría que, por el nombre, este calamar era buena persona.
Wheke vivía en Nueva Zelanda (sí, niños, como los hobbits) hasta que algún pescador cachondo decidió acabar con su plácida vida. No, para comérselo no, para plastificarlo.
Ahora Wheke cuelga del techo de un museo de París, gracias a una secretísima y novedosa técnica, llamada plastilinazión.
A Wheke lo deshidratarón (tranquilos, ya estaba muerto) y reemplazaron el líquido que lo conservaba por una solución plástica secreta, secretísima.
A parte de eso, según dice "El mundo" los técnicos y científicos "tuvieron que recomponer la posición anatómica del calamar y reconstruir los daños que había sufrido el tejido, además de restaurar más de 300 de sus ventosas, el pico del animal, recrear su pigmentación original y fabricar unas réplicas artificiales de sus ojos" y el coste de la broma "que requirió la disección previa de más de 50 calamares normales para experimentar con su anatomía, se elevó a 65.000 euros."
Pues sí, niños, así de listos son los técnicos y los científicos. En lugar de construir directamente un calamar gigante de plástico que hubiera tenido un coste de unos 40 céntimos y habría ahorrado las vidas de 51 calamares (50 de ellos anónimos) sacan al pobre Wheke del agua sustituyen todas sus partes por plástico, le cambian los ojos, las ventosas el pico, lo pintan, lo reparan... ¡Joder! ¡Pero si al final de este proceso de Wheke no queda una mierda! ¡Es que me enervo con los putos científicos! Mañana me paso por sus casas y saco a sus padres de la bañera y les deshidrato a ver qué tal les sienta. Porque Wheke, aunque nadie ha pensado en ello, sabedlo, niños, tenía hijos.

Good bye, Wheke.



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