lunes, 9 de junio de 2008

HUELGA O VANDALISMO

Vaya por delante que soy un ferviente defensor del derecho a la huelga. El problema es, como casi siempre, que, en este país, si nos dan la mano sentimos la irrefrenable necesidad de coger el brazo, el hombro, la pierna y el pene y, a ser posible, apretujarlos hasta es espachurramiento.

Y, claro, si no somos capaces de distinguir las extremidades dificilmente distinguiremos la huelga del vandalismo.



No sé los demás. Yo, desde luego, estoy harto de ver como en una huelga de limpieza los huelgistas se dedican a esparcir basura por doquier no sé muy bien si para hacernos ver a todos lo importante que es su trabajo o, simplemente, por joder.

El mismo caso se puede aplicar a la ya famosa huelga de los transportistas a causa del precio del petróleo. Inicialmente, e independientemente de que sus demandas sean viables o de que tengan o no razón, la acción de renunciar a unos cuantos días de su sueldo para luchar por aquello en lo que creen, sea lo que sea, me parece más que loable.
El problema está en, cuando por hacer más presión, que en este caso además es innecesaria puesto que un posible desabastecimiento me parece una presión más que suficiente, se dedican a joder al prójimo no entiendo con qué fin. ¿Que por qué es un problema? Porque se deslegitiman a sí mismos. Es decir, me parece muy bien que no trabajen y que por ello pasado mañana yo tenga que comer pan rancio y desayunar melocotones en almíbar porque no quede nada más en el supermercado. Lo que no encuentro de rigor es que se dediquen a cortar las carreteras para que yo no pueda llegar a hacer el trabajo que tengo derecho a hacer como si no estuviera bastante jodido también con el precio del gasóleo y sabiendo que en tres días tendré que cenar sardinas en lata.

Así que, queridos transportistas, he de decirles que he cambiado de opinión respecto a lo loable de su acción huelgista. No del todo eso sí. Espero que sus reivindicaciones tengan el fin deseado y que el gobierno haga algo para facilitarles el acceso a los carburantes. También espero, por supuesto, que les hagan pagar los millones de euros que los retrasos generados por sus camiones hayan generado en las empresas españolas y que les ametrallen con las legítimas multas que conlleva estacionar un vehículo en una autopista. Y, por supuesto, espero que no les moleste la decisión que he tomado de quejarme de los retrasos que sufro ultimamente en las carreteras quemando camiones a mi paso dado que, según el precedente que ustedes sientan, todo vale para defender los derechos de uno.

En resumen, señores transportistas, su libertad termina donde empieza la mía y, puesto que me impiden ejercerla les retiro, como supongo que mucha otra gente habrá hecho ya, el apoyo y simpatía que les profesaba inicialmente.

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